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10 de mayo de 2016

Vivir sin clases: trastornos psicológicos y rutinas alteradas en Tierra del Fuego

En Tierra del Fuego hay 3680 alumnos de escuelas primarias y jardines de infantes que todavía no empezaron las clases. Tras 71 días de paro, los chicos sufren hiperactividad, ansiedad o insomnio, mientras que sus padres buscan acomodar rutinas y suplir la tarea docente.


Entre las familias que comentaron su situación ante la consulta hecha por Télam se observaron varios puntos en común, como las dificultades para sobrellevar las actividades diarias sin descuidar la contención que necesitan los chicos.

"Por suerte no es mi caso, pero conozco familias de Ushuaia donde los chicos han comenzado a enfermarse: no pueden dormir, tienen hiperactividad o empezaron a hacerse pis en la cama", le contó a Télam Andrea Ybarra, madre de dos chicos que concurren a segundo y cuarto grado de una escuela pública de la capital fueguina.

"Sin la escuela, los chicos tienen menos espacios de descarga emocional. Lo que hace la escuela es metabolizar esa energía y guiarla en un sentido. Y toda energía que no es bien conducida puede derivar en enfermedades", observó la psicóloga Patricia Caporalín", que ya trató en su consultorio este tipo de problemáticas.

Según Caporalín, la prolongación del conflicto docente y dependiendo la edad de cada chico, puede generar una falta de contención, con independencia de la que reciban en la casa.

"Si se trata de chicos más pequeños puede que no logren la estabilidad emocional. Lo que nosotros definimos como salida exogámica, porque los chicos se quedan con las conflictivas familiares y no pueden salir a descubrir el mundo que, a esa edad, se descubre por la escuela", explicó la especialista.

Para Marisa Guerrero, madre de un alumno que concurre a la escuela 9 de Ushuaia, una de las peores complicaciones es la "incertidumbre de no saber cuándo habrá clases y tener que llamar todo el tiempo para averiguar, sin que se pueda retomar nunca la organización familiar".

"Hay situaciones difíciles. El otro día pasamos por la puerta de la escuela y había chicos entrando a grados que sí tenían clases. Mi hijo se dio vuelta y me dijo "mamá, no me trajiste", contó Guerrero.

Nicolás Lavia, padre de dos chicos, uno en jardín de infantes y otro en escuela primaria, atravesó una situación similar.
"Lo más difícil fue explicarle al más chico cuando la hermana empezó el colegio y él no. Tuvimos que decirle que ya le iba a tocar, que tuviera paciencia, pero igual nos pide ir, quiere empezar el jardín", señaló Lavia.

También coincidió en que "es muy difícil acomodar la rutina familiar, no solo por el trabajo, sino porque los chicos piden ir a la escuela. Y porque además no se puede programar algo con anticipación debido a la situación que va cambiando según el día", sostuvo.

Lo mismo le sucedió a Andrea Ybarra: "La rutina se trastocó por completo. En mi caso estudio y tuve que llevar a mis hijos al instituto terciario o en otros casos a mi propio trabajo", relató a Télam.

El conflicto docente es parte de uno mayor en la provincia, que comenzó a gestarse el 6 y 7 de enero, cuando la legislatura sancionó un paquete de leyes que reformó el sistema jubilatorio en el distrito y estableció una emergencia previsional.

Los gremios estatales primero se unieron, y con el devenir del conflicto tomaron distintos caminos: algunos aceptaron negociar con el gobierno sin medidas de fuerza, pero otros, como el docente (Sutef) mantiene un paro por tiempo indeterminado con un acampe frente a la casa de gobierno.

Como consecuencia, la actividad en las escuelas es dispar, y aunque se siente más en Ushuaia que en Río Grande, todavía hay 3.680 chicos que no conocen a sus maestras en el nivel primario e inicial, según reconoció el propio Ministerio de Educación, a lo que hay que sumarle la situación de los colegios secundarios, también comprometidos por la misma problemática.

"Uno se las va ingeniando. Nos hemos reunido en quinchos para hacer talleres, o para repasar las tareas de cuadernillos que quedaron sin completar del año pasado", precisó Guerrero.

En tanto, Ybarra contó que "hemos practicado matemática y caligrafía en casa. Hemos leído libros y recortado todas las revistas que encontramos. La televisión y la play hace rato que dejaron de ser un divertimento. Vamos a todos lados con la mochila, aunque a veces se acaban las opciones", reconoció.

También recordó que al principio de la medida de fuerza "a los chicos no les importaba mucho, era como una extensión de las vacaciones, pero después la situación cambió. El otro día, mi hija mayor me dijo que extrañaba la escuela. <>, me dijo".



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