INTERNACIONALES
24 de septiembre de 2018
Un indonesio sobrevivió 49 días a la deriva en altamar en una plataforma de madera
El joven de 19 años trabajaba en una trampa para peces que se había desprendido de las amarras a causa de fuertes vientos y tormentas.
Un joven de 19 años de origen indonesio sobrevivió 49 días a la deriva en altamar, a flote de una trampa para peces en la que trabajaba y que se había desprendido de las amarras a causa de fuertes vientos y tormentas. Milagrosamente, fue rescatado por un carguero panameño y se encuentra en buen estado de salud.
Aldi Novel Adilang, tal el nombre del náufrago, trabajaba como guardián de lámpara en una plataforma flotante, construida en madera, que se destina a atrapar peces. Adilang vivía en esa suerte de balsa, que está equipada con una cabaña pequeña y un walkie-talkie. Allí se encargaba del mantenimiento de la iluminación, función elemental para atraer la pesca. El joven realizaba ese trabajo solitario desde los 16 años, según contó su padre, y apenas mantenía contacto con otras personas cuando era reabastecido de provisiones e insumos para su tarea. Un detalle no menor: la tarima flota mar adentro, a más de 100 kilómetros de la costa de Célebes del Norte, provincia de Indonesia.
El 14 de julio pasado, un fuerte viento provocó un oleaje desmedido que rompió las amarras y alejó a Adilang de la zona de anclaje. El muchacho estaba convencido de que algún barco lograría interceptarlo y rescatarlo, pero con el paso de las horas primero, y los días luego, comprendió que no iba a ser algo sencillo: “Cada vez que veía un buque grande tenía la esperanza de ser rescatado, pero más de 10 barcos pasaron a su lado y ninguno se paró o, quizás no lo vieron”, explicó Fajar Firdaus, diplomático de Indonesia en Japón. Fue finalmente el carguero panameño MV Arpeggio el que interceptó la señal del walkie talkie de Adilang, el 31 de agosto en el mar de Guam, es decir a más de 2000 kilómetros del punto de partida de la peripecia del pesquero. Tras varios intentos de acercamiento, desde el carguero arrojaron una soga y el joven debió arrojarse al agua y nadar hasta ser rescatado y trasladado con toda la urgencia posible a Osaka.
Adilang pudo alimentarse gracias a sus habilidades para la pesca, fruto de su trabajo diario. Llegó a quemar maderas del techo de su cabaña para cocinar el pescado y tuvo que lidiar durante más de un mes y medio con situaciones límite como la soledad, el hambre, la sed y, fundamentalmente, el miedo a perder la vida. Según él mismo reveló, no sólo pensó que “iba a morir ahí afuera” si no que además en numerosas ocasiones evaluó suicidarse arrojándose al mar para terminar de una vez con su suplicio. Su salvación, argumentó, fue aferrarse a una Biblia que llevaba consigo y al consejo de sus padres, que le habían inculcado “rezar en momentos de desesperación”.
Fuente: Mitre.
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